No podía dejar de sentir esa inquietud.
Mozart buscaba definir, capturar y ordenar ese sonido mudo que deambulaba en su cabeza desde niño. “ La flauta mágica ” y “ Don giovanni ”, no importaban. Es que simplemente no atrapaban los giros, el movimiento de esa expresión que estaba dentro de su mente. Su ultimo esfuerzo de moribundo, caminando en
Alejandra tenia cerrado sus ojos. Tocaba, una y otra vez en su cabeza las mejores piezas del compositor austriaco. En la escuela de música se enamoro de sus creaciones. Ahora era sinónimo de libertad. Su cuerpo torturado lo abandono en esa calle de Santiago de Chile, mientras la bala asesina de un agente de la dictadura avanzaba en el espacio, rompiendo las gotas de lluvia, para dejar su marca sangrienta en ese invierno de 1984. Pero a esa joven no le importaba. En el trance, donde ese persistente sonido grabado en su memoria, dejaba de ser temor para trasformarse en una fantasía.
Cuando la nave espacial se encontró con ese objeto activo sus alarmas. Bisamo acerco con un fuerte rayo esa pequeña estructura. Era una sonda que parecía tener una tecnología antigua y un lenguaje desconocido para él. Estudiando a fondo el aparato, dentro de su nave, apretó accidentalmente un botón. Es el año 6.530 y los pasillos comenzaron a ser inundados por el “Sanctus” del Réquiem en re menor K 626 de Wolfgang Amadeus Mozart. La emoción inundo sus ojos, a ese viajero de